Cuarentena con Georges Brassens, por Fernando Trueba

Georges Brassens ha sido una de las más grandes influencias que he tenido en mi vida. Desde que lo descubrí el verano de mis 13 años, nunca me he separado de él. Lo considero más que un cantante, más que un poeta. Brassens, en sus ciento y pico canciones transmite un modo de entender la vida…
A veces cuando me preguntaban por mis influencias al hacer Belle Époque, al primero que yo nombraba es Brassens, pues creo que su espíritu libertario, su humor, su humanidad, su especial estilo de mezclar lo culto y lo popular, su “inexpresividad” entre Buster Keaton y Diderot, jugándoselo todo en la palabra y la melodía, sin teatro, me han marcado.
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Además, ha escrito algunos de los versos más hermosos que conozco, como cuando en su parodía-homenaje a El cementerio marino, de Paul Valéry, titulada ‘Suplica para ser enterrado en la playa de Sète’ (su pueblo natal), pide perdón a Jesús si la sombra de su cruz se “acuesta” sobre el cuerpo de una bañista por un pedazo de felicidad “póstuma”.