Incluso niños

La semana en la que los niños andan excitados al saber que podrán salir a la calle, el presidente Torra me ha devuelto la niñez. Estaba yo precisamente fantaseando con el goce que los mayores tendremos a partir del día 27 al oír el bullicio de los más pequeños en el descansillo, y ver desde la ventana la infancia recuperada, aunque no del todo; no habrá aún deslices por los toboganes del parque, y el patinete raudo seguirá vigilado por papá o mamá. Estaba yo, ya digo, inmerso en mi ensueño cuando llegó la noticia: el pasaporte inmunológico para catalanes.
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Habrán leído ustedes la propuesta, pero solo quienes estén en torno a los 70 sabrán contextualizarla. En el año 1950 el régimen de Franco, en la ya acreditada y estrecha colaboración con la jerarquía católica, creó la Oficina Nacional Clasificadora de Espectáculos, que colgaba regularmente en la puerta de las iglesias sus anatemas: las películas de la cartelera estaban numeradas del 1 al 4, con la explicación al lado y el correspondiente color. Eran un anticlímax las películas blancas del 1, “para todos, incluso niños”, y uno aspiraba al menos a ver las del grupo 2, azuladas y autorizadas “para jóvenes”; era la época del bombacho en los pantalones. Después venían las de mayores, según tus padres nada del otro mundo. Lo verdaderamente incitante era colarse en una de 3R, “mayores con reparos”; el listo de mi clase consiguió ver, camuflado entre sus tías, nada menos que Arroz amargo. Las de 4, “gravemente peligrosas”, si morías de un atropello al salir del cine ibas directo al infierno.
El carné de Torra será, se dice, de obligado cumplimiento, y también tiene previstos colores, del rojo del gran riesgo al amarillo, que, como no podía ser menos, se identifica con el estar a salvo del virus. No hay datos de momento sobre su validez extra-sanitaria: ¿dará puntos patrióticos el tenerlo? Que todo sea en bien de la salud.
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