¿Michael Jordan? Amén
Michael Jordan celebra la victoria de los Bulls sobre los Trail Blazers en la final de la NBA de 1992.JOHN SWART / AP
Tantas veces se disfrazó Dios de jugador de baloncesto que a Michael Jordan solo le quedó un camino posible hacia la revancha: poner el mundo a sus pies y obligarlo a persignarse. Ese gesto ritual que los cristianos aprendemos durante la infancia, casi como una primera rutina de tiro, lo acompañaría durante toda su carrera como un pequeño triunfo de la idolatría. Compañeros, rivales, periodistas, espectadores, el propio Dios disfrazado de Spike Lee o de Jack Nicholson para disfrutar del 23 en primera fila… Todos, en algu…
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