Cómo aprender África desde dentro

Con
Tarifa
en
cierre
perimetral
más
las
restricciones
de
aforo
que
rigen
para
los
auditorios,
a
lo
que
se
sumó
una
tormenta
atlántica
que
cayó
inoportunamente,
la
sesión
de
inauguración
de
la
17º
edición
del
Festival
de

Cine
Africano
Tarifa-Tánger
(FCAT)

en
el
Teatro
Alameda
de
Tarifa
ha
sido
“una
gratísima
sorpresa”,
según
Mane
Cisneros.
A
pesar
de
todos
estos
fenómenos
adversos,
“hemos
estado
arropados
por
el
público
local”,
nos
dice
su
incansable
directora.
La
película
de
apertura,
la
sudanesa

You
Will
Die
at
20
(Morirás
a
los
20
años),

bien
valía
salir
a
la
calle
en
medio
de
la
tempestad.

El
festival
celebra
este
año

una
edición
híbrida,

con
buena
parte
de
su
programación
de
cine
y
debates

online

(a
través
de
la

plataforma
Filmin)
,
aunque
el
público
tarifeño
podrá
seguir
acercándose
a
las
salas
del
municipio
perimetrado
en
las
que
se
proyectan

más
de
veinte
películas
de
diferentes
países
del
continente
vecino.

Lamentablemente,
el
confinamiento
en
Marruecos
ha
impedido
que
la
blanca
Tánger
se
sume
al
evento
de
carne
y
hueso,
aunque
están
previstas
proyecciones

online

desde
la
municipalidad
de
Chefchauen
y
desde
los
Institutos
Cervantes
de
Tánger
y
Tetuán.
Lo
cierto
es
que
el
FCAT
ya
es
un
sello
que
enuncia
el
espacio
del
cine
africano
en
español,
porque
además
de
la
cita
anual
en
Tarifa,
cuenta
con

un
fondo
fílmico
de
más
de
mil
títulos,

que
ya
han
sido
subtitulados
en
castellano,
para
consulta,
visionado
en
salas
o
investigación.

El
certamen
tiene
vida
todo
el
año,
pero
a
pesar
de
tal
trayectoria,
Mane
Cisneros
confiesa
que
cada
edición
es
como
empezar
de
cero:
“El
hecho
de
tener
tal
continuidad,
17
años
ininterrumpidos
siendo
una
referencia
hace
que
aquellos
que
quieran
incluir
filmes
sobre
África
en
su
programación
acudan
a
nosotros.
El
festival
dura
365
días
al
año
porque
damos
un
servicio
de
gestión
de
películas,
pero
la
necesidad
de
fondos
la
seguimos
sufriendo
de
manera
global.
Este
festival
lo
sacamos
adelante
porque
hay
mucho
sacrificio,
voluntarismo
y
generosidad.
En
realidad,
le
falta
una
inyección
económica
que
le
pueda
dar
solidez
y
continuidad”.

De
hecho,
la
reputación
del
FCAT
es
inversamente
proporcional
al
dinero
con
que
cuenta,
que
decrece:
“Antes
de
la
crisis
económica,
el
festival
tenía
otra
dimensión;
con
cuatro
veces
más
de
presupuesto
llegamos
a
proyectar
140
películas
y
a
tener
300
invitados.
Nos
lo
recortaron
y
no
hemos
podido
volver
a
recuperarlo
en
aquella
escala”,
lamenta
la
directora.
Los
principales
patrocinadores
(entre
ellos,
la
Cooperación
Española
y
la
Diputación
de
Cádiz)
no
invierten
lo
mismo
que
en
los
primeros
tiempos
por
lo
que
el
presupuesto
actual
se
limita
a
unos
170
mil
euros,
algo
que
otros
festivales
de
tamaño
mediano
gastan
solo
en
dotación
de
premios,
explica
Cisneros.

Como
sea,
el
FCAT
sigue
adelante,
aunque
tenga
que
ajustarse
a
las
circunstancias
financieras
o
trasladarse
de
estación,
como
ha
sucedido
este
año,
en
que
la
irrupción
del
coronavirus
obligó
a
moverlo
de
la
primavera
al
otoño
y
desarrollarlo
en
formato
semipresencial.
Y
de
todo
esto
conversamos
con
su
directora,
Mane
Cisneros,

recién
inaugurada
esta
edición
2020
,
que
se
extiende
hasta
el
próximo
domingo
13
de
diciembre.


Pregunta:

Si
bien
el
presupuesto
se
ha
reducido,
en
estos
años,
el
festival
creció
y
cruzó
a
Tánger
y,
en
esa
orilla,
se
consolidó
como
un
espacio
africano
reconocido
en
el
mundo
hispanohablante…


Respuesta:

Efectivamente
el
FCAT,
tiene
alcance
internacional
y
es
transfronterizo.
Sin
embargo,
le
falta
presupuesto,
por
lo
menos
100
mil
euros,
que
nos
permitirían
dar
premios
con
mejores
dotaciones,
para
que
las
películas
más
importantes
no
se
vayan
a
otros
festivales.
Nuestro
premio
más
elevado
ahora
es
de
tres
mil
euros.
Si
tuviéramos
un
primer
premio
de,
al
menos,
10
mil,
podríamos
traer
títulos
más
importantes
que
luego
circularían
por
España
durante
todo
el
año.
El
Festival
de
Cine
Europeo
de
Sevilla,
por
ejemplo,
dispone
en
dotación
de
premios
de
casi
lo
mismo
con
que
contamos
para
todo
el
festival.
Esto
hace
que,
cuando
una
película
africana
está
coproducida
con
Europa,
los
productores
elijan
estrenar
en
certámenes
de
cine
europeo,
porque
allí
van
a
optar
a
premios
más
grandes…
lo
cual
no
quiere
decir
que
los
vayan
a
ganar.
Pero
esa
es
la
política
de
los
agentes
de
ventas
internacionales.

Por
otra
parte,
hemos
perdido
el
Espacio
Industria,
porque
traer
a
exhibidores,
distribuidores
y
productores
requiere
un
presupuesto
que
no
tenemos.
Esperamos
recuperar
este
espacio
profesional,
que
antes
sostenía
la
Cooperación
Española.
Es
importante
ver
que
el
festival
es
la
puerta
de
acceso
a
la
cinematografía
de
África
en
España.
Porque,
exceptuando
las
pocas
producciones
africanas
que
compra
alguna
distribuidora
española
y
llegan
a
salas,
el
resto
pasa
por
Tarifa.


P:

¿Cómo
empezó
su
amor
por
África
y
su
cine?


R:

Soy
de
Madrid,
pero
estuve
varios
años
en
el
extranjero.
Y
esto
surgió
al
volver
a
España,
cuando
me
vine
a
vivir
a
Tarifa
y
constaté
cuán
corta
era
la
distancia
geográfica
y
cuán
grande
era
la
distancia
del
conocimiento
mutuo.
Pensé
que
el
cine
podía
ser
una
herramienta
extraordinaria
de
conocimiento
mutuo.
Tarifa
fue
el
origen
de
todo.


P:

¿Por
qué
cree
que
España
no
presta
atención
a
la
cultura
del
continente
vecino,
como

lo
hacen
otros
países
europeos?


R:

Todavía
hay
un
sector
grande
de
población
en
este
país
que
cree
que
África
no
vende.
Tenemos
una
historia
diferente
que
Francia,
por
ejemplo,
que

tiene
un
vínculo
con
África.
España
cuenta
con
una
historia
compartida
con
América
Latina
e
invierte
mucho
más
en
ese
ámbito
cinematográfico.


P:

¿Cómo
ha
ido
cambiando
la
respuesta
de
la
sociedad
gaditana
ante
el
festival?


R:

La
gran
mayoría
del
público,
exceptuando
este
año,
viene
de
fuera
(tenemos
público
de
Madrid,
del
Norte,
de
Canarias,
de
Barcelona),
gente
que
se
coge
vacaciones
para
venir.
Las
reacciones
son
muy
diferentes
de
unos
a
otros.
En
Tarifa,
a
nivel
local,
lamentablemente,
a
veces
se
ha
instrumentalizado
nuestro
festival.
Es
un
lugar
de
frontera,
con
gente
muy
solidaria
a
la
hora
de
socorrer
a
los
migrantes,
cuando
desembarcan
las
pateras
en
las
playas,
pero
que
solían
ver
otras
expresiones
culturales
como
algo
ajeno
o
que
no
les
concernía.
Sin
embargo,
esto
ha
ido
cambiando:
aun
este
año
con
las
restricciones
de
la
covid
19,
hemos
tenido
140
personas
en
la
apertura
y
todas
las
funciones
completas.


P:

Quizá
sea
una
cabezonería
de
su
parte
irse
hasta
Andalucía
a
desenterrar
a
los
ancestros
de
Al
Andalus,
donde
el
Mediterráno,
lejos
de
dividir,
era
un
mar
interior…


R:

(risas)
Solo
a
través
del
conocimiento
podremos
hacer
un
mundo
más
humano,
más
amable
y
más
vivible.


P:

¿Está
de
acuerdo
en
que
hoy,
por
la
visibilidad
de
los
conflictos
y
las
luchas,
se
pueden
mencionar
palabras
que
eran
muy
difíciles
de
plantear
hace
muy
pocos
años,
como
son
el
racismo
estructural
de
nuestras
sociedades
o
la
reivindicación
anticolonial?


R:

Son
conceptos
que
hemos
tratado
en
el
FCAT
desde
el
principio.
Como
el
racismo
es
sistémico
y
sigue
ahí,
lo
seguiremos
abordando,
porque
el
cine
va
a
seguir
afrontándolo.
No
es
que
queramos
insistir,
pero
los
problemas
no
están
resueltos
para
nada,
como
hemos
visto
este
año
con
el
movimiento
Black
Lives
Matter
y,
su
contrapartida,
el
auge
de
los
populismos
de
derecha.
En
este
festival
en
el
que
priorizamos
el
espacio
de
debate,
las
películas
se
convierten
en
excusas
para
afrontarlos.
Y,
en
este
sentido,
el
debate
ha
madurado
y
ha
crecido
muchísimo
en
estos
17
años.
Esto
demuestra
también
que
este
festival
está
haciendo
su
labor
y,
por
supuesto,
que
hay
un
público
fiel
que
está
elaborando
su
manera
de
abordar
África
y
las
temáticas
que
ofrecemos
en
cada
edición.

P:
¿Cómo
ha
cambiado
su
propio
vínculo
con
África,
a
la
que
antes
veía
del
otro
lado
del
mar?

R:
Este
festival
me
ha
hecho
descubrir
el
continente
desde
dentro
y
escucharlo
en
la
voz
de
los
propios
cineastas
africanos.
Porque
yo,
como
la
mayoría,
habíamos
sabido
de
África
a
través
de
los
relatos
construidos
desde
fuera.
He
aprendido
África
desde
dentro.

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